El día a
día hay que vivirlo, hay que disfrutarlo. Todos los días, por desgracia, no son
los mejores por unas circunstancias u otras, siempre hay días mejores y días
peores. Pero pase lo que pase debemos demostrar, sobre todo a las personas que
nos quieren y queremos, que queremos seguir viviendo más días junto a ellos.
Para
demostrarlo no valen simples palabras porque
las palabras se las lleva el viento. Aunque la realidad no se puede negar,
y muchas veces con unas palabras ya nos sentimos satisfechos porque a lo mejor
nos dicen lo que queremos oír en ese momento, o simplemente, porque hay
personas que sus palabras tienen el mismo valor que sus hechos, porque aunque
pase un huracán, la firmeza de sus palabras permanece intacta, pero esas no son
las más abundantes. Para que las palabras tengan el valor necesario muchas
veces deben ir acompañadas de hechos porque hablar, decir un pensamiento, o un
sentimiento es muy fácil, solo hay que mover unos músculos y emitir sonidos o
gesticular (al fin y al cabo lo que queremos decir es lo mismo), pero demostrar
esas palabras es lo realmente complicado. ¿ Cuántas veces nos dicen “yo no te
fallare”,”estaré siempre que lo necesites”, “…” (Cualquier frase que queramos
imaginar desde una amistad a una pareja)? ¿Cuántas veces acaban cumpliéndose o
no estas palabras? La respuesta a esta última pregunta también puede tener un
factor suerte, como es la suerte que hayamos tenido de encontrar a personas que
nos rodeen en el día a día y que sus palabras sean como hechos. Y quizás lo que
un día se dice con palabras, al día siguiente puede ser lo contrario. Por eso
las palabras hay que acompañarlas con hechos.
Los
hechos se quedan grabados, son como verdades y tienen que acompañar a las
palabras en el día a día, demostrando las cosas en el día a día y no solo
cuando nos interese, o cuando estemos en un apuro y lo necesitemos, o cuando
vemos a una persona cabreada y entonces nos damos cuenta, o un sinfín de
situaciones. Muchas veces el hecho o detalle más pequeño que nos podamos
imaginar es suficiente y vale mucho más de lo que pensamos, porque a menudo los
pequeños detalles son los que demuestran lo que nos importan las personas en el
día a día, y estos detalles son los que nos hacen grandes.
Y nunca
hay que olvidar a todas esas personas que nos rodean en el día a día y que nos
los llenan de pequeños detalles, porque esas personas son las que nos hacen
felices y las que dan sentido a nuestras vidas, por eso mismo no hay mejor manera
de demostrar y agradecer a todas esas personas con palabras acompañadas de
hechos que no queremos que dejen nuestro día a día. Aprovechare para agradecer
toda esa gente que en algún momento de mi vida ha compartido mi día a día
haciéndome muy feliz y que lo siguen haciendo, porque soy lo que soy gracias a
todos vosotros.
El valor
de los hechos es como el oro, cada vez se revalorizan más y tienen más peso a
la hora de demostrar las cosas, como lo que siente uno. Cuanto más valor
tienen, nadie podrá contradecirlos porque serán como verdades.
El día a día hay que disfrutarlo
porque quizás nos ocurran cosas que nunca más vuelvan a ocurrir (aunque la vida
es “larga” y da muchas vueltas), así que no puedo negar la realidad y hay que
vivir el día a día con intensidad, con fuerzas y ganas de aprender, disfrutar,
gozar… pero yo creo que hay que hacerlo mirando de reojo con un ojo al pasado
para aprender de los errores e intentar no caer en los mismos, y con el otro
mirando de reojo al futuro para no cometer errores que nos puedan amargar todos
esos momentos que vendrán.
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