La vida está
llena de muchos momentos, momentos alegres y tristes, dulces (como las palomitas
;) ) y amargos, buenos y malos… momentos muchos de ellos en los que nos guiamos
por el corazón, en los que hacemos lo que este nos dicta o lo que sentimos.
Momentos en los que estamos cegados por la venda roja del corazón, en la que
solo importan los sentimientos, lo demás todo da igual, o mejor dicho, queremos
creer que todo lo demás no importa porque no queremos pensar en nada mas que no
sea expresado por el corazón.
Pero en
esta vida no solo nos guía el corazón, también existe la razón (Facultad de discurrir). La cual, por así
decirlo, se encuentra en el centro de control de nuestro ser, la cabeza. La
cual a veces desearíamos que no existiera y así no pensar en nada, y hacer solo
lo que queramos con el corazón. Pero por suerte o por desgracia, yo más bien
creo que por suerte existe.
Los
motivos de esta opinión son muy fáciles de entender. Cuando actuamos con el corazón
sin pensar, muchas veces no nos paramos a reflexionar sobre las consecuencias
que nuestros actos o palabras pueden llegar a generar, y uno puede pensar que
si las consecuencias son buenas que mas da… pero yo digo ¿y si no son buenas qué?
Porque ojala esta vida solo estuviera llena de momentos increíbles e
inolvidables… pero por desgracia esto no es así. Porque al actuar con el corazón
quizás estemos seguros de que hacemos lo correcto, que nada malo puede pasar,
pero una vez hemos actuado quizás de lo que tan seguros estábamos, se ha
convertido en lo contrario, y de nada malo puede pasar cambiemos a ¿habré hecho
algo bien? (nos digamos: yo creía que todo era correcto). Por eso mismo antes
de actuar, hay que pensar, reflexionar sobre lo que vamos a hacer y intentar
pensar en todas las posibilidades que nuestros actos puedan generar y así ante
cualquier circunstancia estar preparados para afrontarla y poder responder a
cualquier momento o situación.
Se puede
pensar que estoy opinando que corazón y razón van por separado, que se
contradicen, pero no, no es lo que quiero decir. Lo que quiero decir es que el corazón
y la razón (cabeza) tienen que ir juntos, tienen que compenetrarse. Sé que esto
es difícil en ciertos momentos, y yo mismo habré actuado con el corazón y sin
la cabeza, pero la experiencia me dice que se puede y debe actuar con el corazón
pero sin olvidar la razón, porque también nos podemos enfrentar a situaciones
en las que nos han herido el corazón (simplemente una persona que apreciemos, un
amigo, que nos importe), y en estas situaciones son en las que no hay que
perder la cabeza, hay que intentar mantenerla fría para así, aunque estemos
heridos, poder reflexionar y pensar sobre lo que haya pasado, o saber qué hacer
para afrontar la situación.
Además
en muchos momentos en los que uno tiene razón, no se puede perder la cabeza,
porque en el momento que lo hagamos quizás nuestros actos sean peores y dejemos
de tener la razón, y con la perdida de la razón se pueden perder muchísimas más
cosas, empezando por la educación, y ante todo somos personas, y como tales seres
racionales, así ya que la vida nos ha regalado la facultad de poder pensar,
reflexionar, guiarnos por la razón… aprovechémosla y no la perdamos, y así no
nos convertiremos en animales solamente guiados por instinto que cuando son
dañados solo se mueven por la rabia y el dolor.
Yo
pienso y creo que muchos momentos o situaciones que no son agradables, se
pueden resolver parándose a pensar tan solo 5 minutos (o incluso menos), a
reflexionar, y después (dependiendo la situación por supuesto) quizás digamos “Si
es una tontería”. Por eso opino que ante todo nunca, nunca debemos perder la
cabeza, y sobre todo los valores que nos definen como personas, como seres
racionales, como son la educación y respeto entre muchos otros.
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